por Carlota García
Las dictaduras sudamericanas se coordinaron en los años setenta a través de la Operación Cóndor para reprimir opositores bajo el pretexto de luchar contra la subversión y el comunismo. El descubrimiento del plan en las décadas siguientes apuntó al apoyo de Estados Unidos
La Operación Cóndor o Plan Cóndor fue una campaña de represión y terrorismo de Estado de las dictaduras de Sudamérica en los años setenta y ochenta con apoyo de Estados Unidos. La idearon las cúpulas de los regímenes y sus servicios secretos que, alentados por Washington, llevaron a cabo torturas, asesinatos y desapariciones forzosas, entre otros crímenes. Se trató de un sistema coordinado para anular a la izquierda que se fraguó y desarrolló en secreto, y empezó a destaparse en los años noventa.
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Un plan coordinado
En los años setenta, la mayoría de Sudamérica estaba gobernada por dictaduras y la región vivía el auge de movimientos y guerrillas de izquierda. Para entonces, los distintos regímenes ya cooperaban de manera informal y Estados Unidos les daba apoyo económico y militar. Así, frente a lo que consideraban una amenaza común, los jefes de la inteligencia militar de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay se reunieron en 1975 en Santiago convocados por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) chilena. Allí establecieron un plan contra la “subversión” al que se sumarían Brasil (1976), Ecuador y Perú (1978).
Este plan fue la Operación Cóndor y consistió en un sistema de cooperación clandestina. Contaba con tres frentes: compartir información para rastrear y eliminar a enemigos políticos de izquierda, sobre todo marxistas y comunistas; hacer operaciones conjuntas contra estas personas, y repatriar a los detenidos. El plan arremetió contra miles de opositores, miembros de grupos armados, periodistas, docentes, estudiantes, militantes, sindicalistas, activistas y otros disidentes. Eran detenidos, llevados a través de las fronteras e interrogados en centros de tortura, asesinados o desaparecidos. El Plan Cóndor se sumó a la represión en cada país y se inspiró en la Doctrina de Seguridad Nacional estadounidense en el marco de la Guerra Fría, que buscaba reorientar a las dictaduras latinoamericanas a luchar contra el comunismo.
Estados Unidos dio luz verde
Gran parte de la Operación Cóndor se ha desvelado a partir de varios descubrimientos. El primero fue en Paraguay. En 1992, un juez descubrió los papeles secretos de la Policía sobre décadas de represión bajo el régimen de Alfredo Stroessner, la coordinación con otras dictaduras y un enorme listado de víctimas. Otro descubrimiento fue el telegrama de un agente del FBI desde Buenos Aires tras el asesinato en 1976 de un antiguo ministro del presidente chileno Salvador Allende, antes asesinado en 1973. El documento, desclasificado en 2019, señalaba la responsabilidad del dictador Augusto Pinochet y la DINA, y detallaba el funcionamiento del Plan Cóndor.
Las pruebas e investigaciones también recogen la participación de Estados Unidos. Como mínimo lo involucran con apoyo económico, militar y técnico a través de la CIA, y como máximo establecen que la Operación Cóndor fue una estrategia indirecta de Washington a través de sus intervenciones en Latinoamérica. Algunas investigaciones, por ejemplo, apuntan al entonces secretario de Estado estadounidense, Henry Kissinger, como ideólogo del plan para derrocar a Allende en Chile. En plena Guerra Fría, Estados Unidos se movilizó contra los movimientos de izquierda en la región, y las dictaduras tachaban a la oposición de subversiva, terrorista y comunista. En esa línea, Washington facilitó la formación y reunión de los militares, y apoyó la coordinación de las dictaduras.
El legado de la Operación Cóndor
El número de víctimas de la Operación Cóndor no está claro. El Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos, auspiciado por la Unesco y con sede en Argentina, recoge varios centenares. Por su parte, los Archivos del Terror encontrados en Paraguay estiman unos 50.000 muertos, 30.000 desaparecidos y 400.000 encarcelados en la región. Con todo, se ha documentado que el terrorismo de Estado y la represión transnacional perpetraron ejecuciones extrajudiciales, secuestros, desapariciones forzosas, tortura y violaciones.
Los esfuerzos por desvelar estos crímenes y juzgar a sus responsables continúan. Por ejemplo, la Justicia argentina condenó en 2016 a catorce oficiales, y la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha emitido sentencias por el terrorismo de Estado en Argentina, Uruguay y Paraguay. Junto con el telegrama del FBI, Estados Unidos también desclasificó en 2019 varios archivos que desvelaron nombres de autores, sus crímenes y la complicidad de agentes y responsables políticos estadounidenses.